Nací en 1979, en el seno de una familia de clase media porteña, rodeado de libros y con una imaginación desbordante. De chico prefería internarme en bosques y cruzar ríos antes que practicar deportes: el llamado a la aventura y las experiencias sensoriales siempre me resultaron más atractivos que la competencia o el rendimiento.
A los 19 años, tuve mi primera gran revelación al descubrir la expresión corporal. Fue un despertar: por primera vez tenía permiso para sentir mi cuerpo, explorar mis emociones y conectar con otras personas a través de la danza y el contacto. Sin saberlo, estaba encontrando un lenguaje que anhelaba desde siempre. Paralelamente, seguía el mandato familiar de cursar una carrera universitaria, aunque la brújula de mi deseo señalaba hacia otro rumbo.
El camino de la expresión corporal, sumado a mi proceso de psicoanálisis, me permitió establecer vínculos más íntimos y profundos. Poco después, atravesé la experiencia más dolorosa de mi vida: la muerte de mi novia por cáncer, a mis 24 años. Ese duelo marcó un antes y un después, despertando en mí un llamado profundo a reconectar con la vida a través del cuerpo.
Sin saberlo aún, me abría a una forma de sanar que décadas más tarde reconocería como fundamental: habitar el cuerpo para transitar y transformar el dolor. Esa intuición inicial me sostuvo y me ofreció una nueva forma de vivir a través del movimiento.
Con el tiempo, me profesionalicé en el campo de la danza. Me licencié en Composición Coreográfica, participé activamente en la escena local e integré el Instituto de Investigación en Danza de la UNA durante su etapa dorada, bajo la dirección de Susana Tambutti. También tuve el privilegio de formarme con Jerry Karzen, discípulo directo de Moshe Feldenkrais. Fueron años de descubrimientos y alegría, que culminaron en una última gran aventura vinculada a la danza y la performance.
Luego de recibirme en la UNA, fui aceptado en el prestigioso programa de Maestría SOLO/DANCE/AUTHORSHIP en Berlín, donde cada año postulan más de cien personas y solo ocho son seleccionadas. Allí me sumergí en la vibrante escena performática, el clubbing y las reuniones en parques.
En ese contexto, me acerqué a las comunidades sex-positive a través de las actividades de Felix Ruckert (los retiros KONK y los festivales Xplore), y el festival Touch&Play. En contraste, Berlín fue también el escenario de una depresión marcada por la presión creativa de la maestría, el clima y una separación dolorosa. La posibilidad de vivir la sexualidad y el placer de manera más libre y cuidadosa se convirtió en una clave para recuperar la conexión conmigo mismo y sentirme nuevamente valioso.
Esa búsqueda me llevó a los cursos de introducción al Sexological Bodywork con Mareen Scholl, que supusieron una segunda gran revelación en mi vida. Allí comprendí que la sexualidad también podía ser enseñada, aprendida y habitada desde un lugar respetuoso, consciente y somático, replicando muchos de los principios que ya exploraba a través del Método Feldenkrais y la danza.
El Sexological Bodywork me ofreció un encuadre sólido para seguir profundizando en el autoconocimiento del cuerpo desde el erotismo y el placer. Desde entonces, este camino de exploración y aprendizaje ha transformado mi vida paso a paso, y es el que hoy elijo compartir como facilitador.